1.3.10

Ella estaba simplemente sentada y mirando a qué vaya saber qué.


Plano externo: Un paisaje con nubes, atardeceres y arboles con pájaros que ni se oían. Un tronco sobre el cual ella estaba apoyada, una flor en su lado izquierdo, un bloc de notas en el derecho, lleno de palabras una detrás de la otra, debajo de una lapicera destapada. Un cigarrillo encendido sobre su mano derecha, y una lágrima que recorre su rostro.

Plano interno: Soledad, tristeza y dolor. Esperanza de un nosé qué, y alegría de un nosé porqué.

Nadie sabía lo que ella sentía (ni ella misma). Esas ganas de no existir nunca más, de saber la respuesta a la pregunta de porqué estamos vivos. De llenarse de alegría en vez odio. De querer desaparecer.

Desaparecer… lindo sería. Borrarse del planeta, de la faz de la tierra solo por unos segundos, olvidarse de todo, sin apuros, sin prisas, sabiendo que, no necesitás nada más que la paz del océano, y de la alegría del cantar de los pájaros. Saber que no es necesario respirar para vivir, y que los dolores y las penas se borraron. Saber que todos aquellos que simulan ser felices no lo son, y que todos tienen problemas.. solo que hace falta un poco de aceptación.

La lágrima ya llegaba hasta el extremo inferior de su boca, y mientras la recorría, cada segundo pasaba. Y al final de estos segundos, seguirían pasando más y más.. sin detenerse.

Me pregunto donde quedó la niña aquella, que soñaba con ser felíz. Dónde quedaron todos esos días de sonrisas con sus padres, y de juegos con niños que vaya a saber hoy uno dónde quedaron… Si estarán en el país, si estarán vivos, o quizás, vivan a la vuelta de su casa y ni ella lo sepa.

Espera una vez más. El tren hacia la nada no aparece más. Y siguen corriendo los segundos, para los cuales ya, su lágrima ya está seca. Termina un cigarrillo… se acomoda y agarra nuevamente el bloc que había dejado a un lado, solo por las ganas de sentir un poco de veneno en su organismo.

En el bloc recorren muchas palabras juntas y desordenadas… “Estoy viva, no quiero, vida, muerte, dolor, soledad, dejame, llevame, quéreme, quiéranme, entiéndanme, llevame, llevate.” Inconcluso, pero cierto. Creo que si un poeta o escritor hubiese visto esa hoja llena de palabras y lágrimas derramadas, hubiese creado una gran obra de arte. O quizás, lo hubiese desperdiciado diciendo: -Es más de lo mismo.

Cómo sea, de nada serviría, y ese escritor nunca aparecía, porque ya las palabras estaban siendo borradas y tachadas. Al principio con lineas rectas y uniformes. Luego con más fuerza salieron garabatos y luego, la hoja se dejó arrugar y fue a parar hacia el lago que tenía en frente.

Cerró el blog nuevamente, y lo dejó hacia su costado. Esta vez, del lado izquierdo, junto a la flor que había arrancado de un arbol, para ver lo hermoso que es tener algo que sólo la naturaleza creó. Y que solo también, como todo, se marchita.

Cómo sea ya estaba parada y se dirigía en camino derecho, hacia adelante. Primero despacio, luego más ligero, y luego despacio también.

Sintió el agua del lago. Se dejó llevar… miró hacia arriba. Llevame, llevate.

Miró a las golondrinas que pasaban por allí, las saludó por si acaso. Se detuvo por un momento a observar la libertad con la que andan, con la que vuelan.. y fue felíz. Y a su vez fue triste, porque ella no podía volar. El tren seguía sin pasar. Cuando la última golondrina desapareció..siguió su rumbo. Por alguna razón ya no era derecho y lijero, sino que era lento y desorbitado. Ahora caminaba sin sentido alguno, siguiendo al agua, sintiéndola. Llevame, llevate.

Se detuvo nuevamente, al ver al fín que el atardecer escondía cada vez más el sol. –Este podría ser mi último atardecer – Pensó. Y siguió caminando una vez más, aunque el tren no llegaba. El tren no quería llegar, ni todavía era momento de pasar por aquella estación, sin embargo, ella deseaba que así sea. Llevame, llevate.

El agua tocaba su cintura, y luego su pecho. Esta vez no paró, y siguió caminando despacio. 5 minutos y el agua ya tocaba su cuello, luego su rostro.. y lavaba las lágrimas que tiempo atrás había derramado. Sus ojos se cerraban, sabía que una vez que pase el tren no iba a volver a sentir eso nunca más, asique lo disfrutó.

Escuchó una bocina.. el tren se estaba aproximando, por fín! Con más ganas que nunca, siguió caminando, aunque ya las piernas empezaban a tambalearse. El tren cada vez sonaba más cerca. Hasta que finalmente paró delante de ella, cuando ya ni siquiera podía respirar, de las ganas de subirse, claro. El chofer le replantió si realmente quería subir. Ya que una vez que subiera, no había vuelta atrás. Acintió sin dudarlo y lentamente sin poder moverse, subió.

Ya no había vuelta atrás. El tren había partido con ella dentro, ya el atardecer había terminado, y solo se escuchaba el viento de aquella noche de primavera. Sólo quedaba la flor marchita, un bloc sin notas, una lapicera tirada y un papel arrugado vaya a saber uno en qué parte de aquel profundo lago.

Y sin embargo, el tiempo seguía corriendo...





Pero al otro día una golondrina tardó más en desaparecer.

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